Siempre he pensado que las personas están hechas de momentos casi imperceptibles, instantes en los que se abandonan y se muestran honestos, tal cual son. Aprecio mucho ver a la gente durante esos escasos minutos, donde nada es controlando y se es honesto. Detalles como cuando alguien duerme con la boca abierta mientras va a bordo de la micro, cuando alguien hace algo pensando que nadie los está mirando, cuando uno no se aguanta y dice algo que simplemente se sale, o cuando algo realmente te sorprende y tu cara cambia.
Esos momentos que también son las rutinas automáticas y domésticas de llegar a la casa y dejar las llaves en el mismo lugar siempre, o tener una pieza que en rigor se ve desordenada, pero que es tu orden, tu esquema en el que puedes caminar a oscuras y encontrar miles de notas olvidadas de momentos y “tonteras” llenas de sentimientos. Detalles como perpetuar el gesto al despertar, escuchar una canción que te recuerda tan bien a alguien o llorar con aquella película.
Suena Naif, pero creo en esos instantes las personas tienen una luz distinta al volverse más humanas y mostrarse tal cual son. Sin maquillajes, ni arreglos de último minuto, sin el bonito envase en el que creímos verlos. Sin simulacros ni frases hechas. Un fluir de conciencia que aparece en algunos solo cuando bajan la guardia. Segundos escasos que colecciono.
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